En este transitar por la historia reciente de nuestro país, aparece, finalmente, un elemento similar al Mundial ’86 por una de sus características: no es en sí un hecho político, aunque sí sus derivaciones, de difícil valoración todavía. Sin embargo, a diferencia de aquel Mundial, que significó un poco de alegría y desahogo, esto pintó el rostro de la muerte en el corazón de cada argentino y argentina.
Finalizando el año 2004, en un recital del grupo Callejeros en el local Cromagnon, en el barrio de Once, en la Capital Federal, la bengala que un inconsciente mantenía encendida (en una práctica usual en ese tipo de recitales) alcanzó el techo del local, provocando un gigantesco incendio.
La tragedia de Cromagnon es un hecho puntual en sí, que costó la vida de casi doscientas personas, en su mayoría jóvenes, constituyéndose en la peor catástrofe no natural en la historia del país.
Sin embargo, puso en el centro del debate un montón de conductas, situaciones y circunstancias que desde tiempos inmemoriales vienen formando parte de la idiosincrasia del habitante medio del país, y también de sus funcionarios y dirigentes.
La falta de control, la negligencia, la coima, la irresponsabilidad, son actitudes tan comunes en todos los ámbitos de nuestro querido país, que lo llamativo no es que haya pasado algo de la dimensión de lo que pasó en Cromagnon, sino que no haya sucedido antes, o muchas otras veces. A lo largo y ancho del país, hoteles, escuelas, aeropuertos, hospitales, caminos, estadios de fútbol o de otros deportes, obras en construcción, cárceles, y una lista interminable de edificaciones existen en riesgo permanente de que sucedan catástrofes como esa.
La vida se va y no vuelve. Esas casi doscientas personas son un terrible y sonoro grito para todos los argentinos, que nos tiene que hacer entrar en razón, en cuanto a que conductas como las mencionadas (negligencia, corrupción, etc.) no deben más existir entre nuestras instituciones, ni en nuestras propias y concretas vidas.
Una nueva noche fría
(Callejeros)
Finalizando el año 2004, en un recital del grupo Callejeros en el local Cromagnon, en el barrio de Once, en la Capital Federal, la bengala que un inconsciente mantenía encendida (en una práctica usual en ese tipo de recitales) alcanzó el techo del local, provocando un gigantesco incendio.
La tragedia de Cromagnon es un hecho puntual en sí, que costó la vida de casi doscientas personas, en su mayoría jóvenes, constituyéndose en la peor catástrofe no natural en la historia del país.
Sin embargo, puso en el centro del debate un montón de conductas, situaciones y circunstancias que desde tiempos inmemoriales vienen formando parte de la idiosincrasia del habitante medio del país, y también de sus funcionarios y dirigentes.
La falta de control, la negligencia, la coima, la irresponsabilidad, son actitudes tan comunes en todos los ámbitos de nuestro querido país, que lo llamativo no es que haya pasado algo de la dimensión de lo que pasó en Cromagnon, sino que no haya sucedido antes, o muchas otras veces. A lo largo y ancho del país, hoteles, escuelas, aeropuertos, hospitales, caminos, estadios de fútbol o de otros deportes, obras en construcción, cárceles, y una lista interminable de edificaciones existen en riesgo permanente de que sucedan catástrofes como esa.
La vida se va y no vuelve. Esas casi doscientas personas son un terrible y sonoro grito para todos los argentinos, que nos tiene que hacer entrar en razón, en cuanto a que conductas como las mencionadas (negligencia, corrupción, etc.) no deben más existir entre nuestras instituciones, ni en nuestras propias y concretas vidas.
Una nueva noche fría
(Callejeros)
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