EL CACEROLAZO
Desilusionado el pueblo (una vez más y van…), se votó una alternativa, y hacia fines del milenio se creyó encontrar el rumbo a través de una Alianza que prometía a la gente poner al país en la senda de la superación definitiva.
Una vez más, fue todo una pompa de jabón. La corrupción siguió mostrando la peor cara de las instituciones argentinas. Mientras la gente penaba por trabajo, nuestros representantes en el Senado votaban una vergonzosa ley laboral que castigaba más aún a los trabajadores, y que había sido comprada con dinero sucio. Ese hecho costó el puesto a un vicepresidente, pero todo siguió igual, o sea: empeorando.
Los partidos mayoritarios, siguiendo la más pura tradición del Pacto de Olivos, una vez más se ponían de acuerdo en contra de los intereses de la gente.
El rumbo económico era incierto, se preveían tiempos difíciles (más todavía), y lo que realmente estaba pasando era que a la Argentina le habían “cortado el chorro” de plata desde los organismos internacionales. Finalmente los popes de la economía mundial habían decidido darse cuenta de que los dineros prestados a los sucesivos gobiernos, en primer lugar habían ido generando más deuda, y, en segundo lugar, habían sido usados, fundamentalmente, para financiar la “fiesta” de los funcionarios corruptos. Se pretendió “defender” la economía nacional con la implementación del “corralito” financiero, y fue como querer apagar un incendio con nafta.
Y un día el pueblo dijo “BASTA”.
Si el movimiento piquetero fue formado, fundamentalmente, por aquellos pobres hombres y mujeres del país que, habiendo perdido todo, salieron muchas veces junto a sus hijos a protestar y presionar cortando las rutas, para hacer saber que ellos existían, que eran el precio (altísimo) que se tenía que pagar para que unas 800 o 900 familias disfrutaran del Primer Mundo, la debacle de la Alianza lanzó al escenario nacional a otro protagonista, de paso más efímero pero con peso propio como para incidir, indiscutiblemente, en la caída del gobierno del Dr. De la Rúa: los vecinos autoconvocados, de clase media, que hicieron sentir sus voces golpeando cacerolas, protestando ante lo insoportable, sumando sus voces al grito de “BASTA”.Un pueblo pidiendo el fin de un gobierno, indignado por la respuesta represiva de las fuerzas del orden, un presidente huyendo por el techo de la casa de gobierno en helicóptero, la gente en la calle reclamando que se vayan todos, el desconcierto, el fin abrupto de todo crédito y financiamiento, el hambre campeando la geografía nacional, los principales dirigentes políticos tan desconcertados como cualquier ciudadano que abría el diario y no podía creer lo que estaba pasando (“cinco presidentes en una semana…”), pinta un cuadro aproximado de los días que se vivían…
A medida que nos vamos acercando en el tiempo a nuestros días, resulta más difícil la valoración de hechos que han ido aconteciendo y que han ido marcando el ritmo de la vida nacional.
La argentinidad al palo
(La Bersuit Vergarabat)
Desilusionado el pueblo (una vez más y van…), se votó una alternativa, y hacia fines del milenio se creyó encontrar el rumbo a través de una Alianza que prometía a la gente poner al país en la senda de la superación definitiva.
Una vez más, fue todo una pompa de jabón. La corrupción siguió mostrando la peor cara de las instituciones argentinas. Mientras la gente penaba por trabajo, nuestros representantes en el Senado votaban una vergonzosa ley laboral que castigaba más aún a los trabajadores, y que había sido comprada con dinero sucio. Ese hecho costó el puesto a un vicepresidente, pero todo siguió igual, o sea: empeorando.
Los partidos mayoritarios, siguiendo la más pura tradición del Pacto de Olivos, una vez más se ponían de acuerdo en contra de los intereses de la gente.
El rumbo económico era incierto, se preveían tiempos difíciles (más todavía), y lo que realmente estaba pasando era que a la Argentina le habían “cortado el chorro” de plata desde los organismos internacionales. Finalmente los popes de la economía mundial habían decidido darse cuenta de que los dineros prestados a los sucesivos gobiernos, en primer lugar habían ido generando más deuda, y, en segundo lugar, habían sido usados, fundamentalmente, para financiar la “fiesta” de los funcionarios corruptos. Se pretendió “defender” la economía nacional con la implementación del “corralito” financiero, y fue como querer apagar un incendio con nafta.
Y un día el pueblo dijo “BASTA”.
Si el movimiento piquetero fue formado, fundamentalmente, por aquellos pobres hombres y mujeres del país que, habiendo perdido todo, salieron muchas veces junto a sus hijos a protestar y presionar cortando las rutas, para hacer saber que ellos existían, que eran el precio (altísimo) que se tenía que pagar para que unas 800 o 900 familias disfrutaran del Primer Mundo, la debacle de la Alianza lanzó al escenario nacional a otro protagonista, de paso más efímero pero con peso propio como para incidir, indiscutiblemente, en la caída del gobierno del Dr. De la Rúa: los vecinos autoconvocados, de clase media, que hicieron sentir sus voces golpeando cacerolas, protestando ante lo insoportable, sumando sus voces al grito de “BASTA”.Un pueblo pidiendo el fin de un gobierno, indignado por la respuesta represiva de las fuerzas del orden, un presidente huyendo por el techo de la casa de gobierno en helicóptero, la gente en la calle reclamando que se vayan todos, el desconcierto, el fin abrupto de todo crédito y financiamiento, el hambre campeando la geografía nacional, los principales dirigentes políticos tan desconcertados como cualquier ciudadano que abría el diario y no podía creer lo que estaba pasando (“cinco presidentes en una semana…”), pinta un cuadro aproximado de los días que se vivían…
A medida que nos vamos acercando en el tiempo a nuestros días, resulta más difícil la valoración de hechos que han ido aconteciendo y que han ido marcando el ritmo de la vida nacional.
La argentinidad al palo
(La Bersuit Vergarabat)
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